La ética del trabajo, con los
valores universales que las personas compartimos, está en la esencia de
la acción preventiva, a potenciar más allá de lo estrictamente reglamentario.
Situándola en el eje del punto de mira, la prevención será más fácilmente
entendida y desarrollada. ¿Cómo lograr que la prevención avance
significativamente en cada empresa con la que nos encontramos? De la manera más
natural posible, asentándola evidentemente sobre principios éticos consensuados
y controlando su cumplimiento, integrándola a los otros sistemas de gestión con
actividades sencillas, didácticas, y de implantación gradual, pero
sistematizadas, para que todos puedan descubrir sus ventajas y su contribución
a los intereses personales (liderazgo, confianza, profesionalidad, etc.) y
colectivos. En fin, todo un conjunto de aspectos positivos a aprovechar que
conformarían lo que se podría denominar el atractivo o la estética de la
prevención, que representa también encontrar la mejor manera de aplicarla,
adecuándola a cada organización y situación en particular, liberándola de
normas excesivas y sobre todo rigiéndola por la transparencia y el diálogo. Ese
marco de diálogo continuo y de búsqueda de entendimiento con todos los grupos de
interés con los que la empresa se relaciona y que se construye para empezar, en
casa, con los trabajadores, para poder llegar también mejor a los demás
(clientes, proveedores, accionistas, administraciones y sociedad), y de
esta forma, encontrar en cada momento y situación el equilibrio necesario para
que nadie gane a costa de otros y que todos puedan sentirse en lo posible
beneficiados.
Ética y estética de la
prevención, como fondo y forma, constituyen un cuerpo resistente, necesario
para la concreción de los principios éticos en acciones preventivas y de
responsabilidad social. Es lo que ha de generar la confianza necesaria
para que las personas y organizaciones puedan convivir en armonía y
desarrollarse.